6 ene 2012

A modo de carta para mi madre. Lejos de todo.


Antón Hurtado. Pintura 2011

HOY MI DEBER

Hoy mi deber era
cantarle a la patria,
alzar la bandera,
sumarme a la plaza.

Hoy era un momento
más bien optimista
un renacimiento,
un sol de conquista.

Pero tú me faltas
hace tantos días,
que quiero, y no puedo,
tener alegrías.

Pienso en tu cabello
que está allá, en mi almohada,
y estoy que no puedo
dar otra batalla.

Hoy yo, que tenía
que cantar a coro,
me escondo del día,
susurro esto solo.

¿Qué hago tan lejos
dándole motivos
a esta jugarreta
cruel de los sentidos?

Tu boca pequeña
dentro de mi beso,
conquista, se adueña,
no toca receso.

Tu cuerpo y mi cuerpo
cantando sudores,
sonidos posesos,
febriles temblores.

Hoy mi deber era
cantarle a la patria,
alzar la bandera,
sumarme a la plaza.

Y creo que, acaso,
al fin lo he logrado
soñando tu abrazo,
volando a tu lado.

Silvio Rodriguez. Canciones de la Nueva Trova.

"El perro listo deja que cuelgue la correa"
John Updike. La feria del asilo. RBA.

Todavía es Diciembre. Me conviene. Este es el mes del cumpleaños de mi madre, luego todos vinimos en Abril. Excepto dos. Los últimos que llegaron por Enero y Septiembre.

Desde el lugar apacible en que me encuentro, lejos de todo diría, puedo degustar bien los recuerdos. Ayer, apenas ayer disfruté como niño escuchando, colaborando, ayudando a montar la exposición del amigo Antón. Esas cosas se hacen con buena porción de charla, soltando al aire las impresiones, compartiendo el que será, al menos eso pensamos nosotros, como si la obra sola, desnuda, no fuese demasiado elocuente. Hay un esfuerzo intestino en todo lo que hacemos. Ya lo dijo Apollinaire: "Sed indulgentes cuando nos comparéis, nosotros que en todo buscamos la aventura". Lo dicho, con una buena porción de charla, como si estuviéramos cortando el pan en rebanadas o a puñados, hay quién evita todavía cortar el pan con cuchillo. Compartiendo mesa.

Por regular que sea la vida, el terreno que pisas o donde andas, nunca se puede decir que nos encontramos fuera de la dinámica de las sorpresas. Paseo con Hans, el perro que ameniza nuestra casa. El perro libertino que recogimos del monte. Lo llevo con correa, pues no puedo asegurar después de cuatro años que no se me escape. Quiero para él lo mejor y en invierno la intemperie, el abandono, el negro estrellado silencio de la noche no se lo deseo a nadie. Ando y anda el perro con su necesidad de conocidos olores, con el olfato ansioso de olores nuevos.

Por estos caminos, no hay ni un alma, deshabitados, llanos, vacíos, y se divisa desde donde estoy una buena capa de escarcha. La estoy pisando. Ha helado en la noche. Son las 11 de la mañana y cruje la hierba a mi paso. Seguro que el subsuelo es una fiesta animada, pero en la superficie: silencio y necesidad de sol. Salen al paso algunas setas como sinónimo del amor inconfundible y necesario a lo desconocido. Parece que aprendo a andar de nuevo. Ahí estamos.

Hay un cerco metálico para retener rumiantes. Busco, mamá, la piedra de sal de las caballerías . . veo una plancha novísima de hormigón en el centro. Un rectángulo perfecto, una buena base para construir una futura casa, una chabola, un invernadero. Alzada del suelo sería una mancha blanca, de lejos una tabla horizontal en el paisaje. Una escultura mínimal. Una pintura de Antón, ahora, trabajando en ese devenir de las esencias. Hay un dibujo así en su exposición "El lugar en el que habito". Junto a un buen número de trabajos de ese calado. Imbuido en este silencio helado, lejos de todo, aprecio especialmente desde aquí, casi las veo sus esculturas de pared. Hierro cortado y pavonado, luminoso por detrás. Recordatorios del paso que uno lleva, del paso que uno deja.

Se me antoja ahora que por fin despierta el sol, son las 12, que todas o la mayor parte de esas obras merecen una lectura nueva. Una nueva sala, una distinta ubicación. También hablamos de ello y de eso, si es posible, se encargará el tiempo.

En estos días, vísperas de Año nuevo, necesito leer sesenta páginas para encontrarme bien. Aprovecho el silencio de la aldea. Por la mañana ordenanos, limpiamos la casa, hacemos fuego. Comemos, como de costumbre, tarde y la tarde nos abriga corta pero amena. Cesa el sol pero el silencio no. Y escribo todo esto que ya está escrito, embriagado e indemne de festivas fantasías. Un poco de dulce a media tarde. El olor que llega de la cocina. Me enganchan las confesiones de Márai y llego a las noventa páginas el día de tu cumpleaños. Te felicitamos, estamos en un patio con pozo que te encantaría. Ah, dios mío, como atrapa la vida . . .

Iniciamos el año con la risa de Maite reproducida por el eco ancho de la escalera. El mejor regalo.

Mañana, pasado, previsiblemente haremos lo mismo. Más o menos será así hasta que el taller con su tejado renovado reclame con cantos de sirena el llamado de la pintura, o hasta que sobresalgan los brotes de los ajos plantados, los bulbos, las fresias, los guisantes. Iremos cogiéndole el pulso a la tierra. Vuelvo a casa cerca de los palomares. Algunos derruidos dejan ver su arquitectura interior. ¡Que maravilla!. Siempre presentes las aves en esta tierra. Y las rapaces: azores,gavilanes, águilas, lechuzas campestres, mochuelos comunes, buhos, alcones, cernícalos, alimoches, carabos, avutardas, ortegas, . . . tal vez, tan solo hago un ejercicio de memoria. Todos ellos los he oído nombrar en alguna ocasión. Los pájaros son pájaros, dice Evaristo.

Después del último paseo del miércoles vuelvo a casa con todo anochecido. Pienso que no lejos de aquí se puede fácilmente recrear la atmósfera que nos contara Josefina R. Aldecoa en su "Historia de una maestra". Estamos cerca de León. Somos muy pocos habitantes en la aldea más una perra seter gris que sale a nuestro encuentro echándonos en cara su libertad. Asunto envidiable. Tiene mucha salud, es joven, muy buen aspecto. No se deja tocar. Está abandonada. Todos lo sabemos . . .

Empiezo a leer El guitarrista de Luis Landero. Disfruté mucho de sus Juegos de la edad tardía. Luego, vendrá de nuevo Sándor Márai o Yasunari Kawabata: "Desde ahora, no pienso, escribir ni una sola línea que no sea sobre la melancólica belleza . . . Y sus montañas y sus ríos serán mi alma . . . Y yo, ahora, tras la Derrota, torno tan sólo a la intimidad de la tristeza. . . No creo ni en las costumbres ni en esta vida de la posguerra. Ni creo en la realidad actúal. Siento que estoy completamente apartado desde un principio del realismo . . . "

Deseamos, mamá, felicitarte muchos años más. Amigo Antón, un abrazo. Y salud, mucha salud.

6 oct 2011

El tiempo ido.


Con Eduardo Gutierrez Zuazo, un buen compañero. Bilbaoarte 2007
Fotografía de Joaquín Lara

"Mi memoria es ver lo que no vi"
Manuel Padorno.

"Ocurre lo mismo en todas las artes: a medida que avanza la tecnología, el humor decae. Los límites y las definiciones artísticas se difuminan, el arte se ve entonces obligado a satirizarse a si mismo tan agudamente que las artes plásticas se tornan literarias, y este es, amigos míos, el primer gran síntoma de su degeneración."
James Crumley. El último buen beso. RBA ediciones. Serie negra. 90.

Confieso que casi había olvidado que tengo este juego aquí, en el ala intrascendente de la casa. Claro que hay casas dónde este aparato que miro fijo, con evidente malestar, pasaría más desapercibido. Me refiero a esas multimétricas mansiones, casas con grandes espacios que disponen también de cuartos diminutos para estos aparatos con enchufe, para el lavado, planchado. Y almacenes de víveres, ajuares, herramientas, herrajes, aperos de labranza. Escopetas de toda índole y función. Munición.
La mansión de los Bloomsbury, por ejemplo, con paredes de múltiples colores añejos y papeles pintados muy ingleses, con libros ordenados por géneros y jarrones, supongo, de frescas flores dispuestos en las mesitas, en huecos de paredes y repisas cuando no existía el televisor.
Había olvidado, amigos, que tengo aquí pendiente este trabajo que me exige respuesta como carta prometida, que me exige responsabilidad. Las conversaciones interrumpidas producen desazón.






Quedan las enunciadas intenciones enumeradas al vacío como piltrafa. Como escultura efímera de papel-cartón. Trabajos manuales de toma de contacto - ¿A dónde vamos, de dónde venimos, quienes somos? ... Lo pasé bien en aquel curso impartido por el genial, generoso Bruce McClean. Un abrazo sincero de un alumno todavía impresionado. Recuerdo que esto ocurrió en 2007, al tiempo de la fotografía de cabecera.
Congelo, como veis el tiempo ido. Voy tomando anotaciones de lo vivido. En la historia que me acompaña mantengo a pie de página la partida abierta. El tronco del árbol durísimo inacabado de cortar. Pero paralelamente observo que aumenta mi sordera.
Durante este lapsus que se repetirá. Este silencio que alienta y alimenta he leído. Como si envidiara la tarea de los lectores de oficio o aún más placenteramente eligiendo los libros entre los que acumulo en esta abarrotada estantería de hierro y he escrito a regañadientes este post como ejercicio y reescrito como si fuera deuda imposible de pagar. Muchas veces he querido dar fin al juego pero transcurre la pintura en sintonía y, a veces, ha confluído en el momento mejor de la novela. Durante la primavera. Abrazando, sin remedio, amarilla al verano de los hombres y mujeres junto al río y los niños: un anuncio de niños que auguran, voraces, repetición.

"Cien monjas en un cerrillo y todas visten de amarillo"

Algunos me habrán seguido y se habrán preguntado que he estado haciendo: disipando dudas propias y ajenas. Esto es lo que he hecho. Leer. Estar mañana y tarde con el más fiel de los amigos, de aquí para allá acarreando un libro. Ernesto Mallo, Cornell Wooldrich, Gil Brewer, Jorge Ibargüengoitia, Antonio Smarketa, Domingo Villar, Eloy Tizón, Georges Perec, James Crumley, Pedro Ugarte, ...
He viajado en tren con Giordano y Simonetta Agnello. Un libro que me regaló Alfonso: Vida íntima de los impresionistas, de Sue Roe, me ha mantenido entero donde me resultó difícil estar. Los artistas agrupados o en soledad siempre las han pasado canutas. Y siempre, es ahora también, salvo contadas excepciones.

"El presente es el futuro del pasado" dice John Updike en La feria del asilo.

He leído con independencia de la velocidad a la que he ido. En un móvil metálico o sobre los desgastados zapatos que me terminan, que me acompañan en esta elegida atmósfera de las anticipadas vacaciones. Porque fuí un tiempo con Javier Aguirre Gandarias:

Vaca

Viviría en el país
de las eternas vacaiones.
Con un río y una vaca.

Sin mi mismo
no me importaría.

Y con un árbol.

Con un árbol
con un río
y una vaca.

Sin el árbol.
Sin el río
no me importaría.
Y tampoco sin la vaca.


No más
que esa piedra
y su fulgor,
no más
que esa piedra
dura y blanca,
ese fulgor
que la piedra
remite al cielo.

No más
que esa piedra
atenta,
concentrada
como un pájaro
y esperando,
quizás a que venga
la noche,
a un lado del camino.

Sumar y restar. 1993-2007 Ed. Bermingham.

Acaso mi memoria como en Manuel Padorno, consista en ver lo que no vi. De cía en el post anterior que vi a Pablo Milicua o mejor un gran oso magistral del amigo Pablo en Arco y no fué así. Lo vi en Arte Madrid. Y adjudiqué "Las pequeñas cosas" a Chavela Vargas. Ese entrañable, precioso tema, es del folclorista argentino César Isella. Me lo corrigió su compatriota Javier Rosado a quién saludo y animo en sus estancia en Madrid.
Prometí en alguna ocasión continuar, incontinente, con al listado de artistas que vi en Arco. Ahora, el tiempo ido, sé que hubiera sido un esfuerzo baladí; tan importante o tan leve como llevar los calcetines del revés. Conservo ese catálogo. Tan mudo como ese invierno de Madrid. Mantengo a su lado otro: La abstracción geométrica en Latinoamérica (1934-1973) América fría. Corresponde éste a la exposición que vimos en la Fundación Juan March en esas fechas coincidentes con las Ferias. Pienso que si hubiéramos empezado la visita por ahí la apreciación de todo hubiera sido diferente. Belleza y silencio se unían en aquellas piezas. Un numeroso grupo de artistas trabajando, mostrándose ahora como un fin concreto. Un muy buen propósito. Fascinante el tiempo que a su paso deja intenciones en suspenso para reunirlas luego y reabrir las esencias.
De nuevo estoy con los míos, con los cercanos, con los que no dejo de mirar ilusionado. Prefiero pensar que las batallas se ganan, o pierden, en el interior del taller. Me miro en el espejo de Padorno:

Canción atlántica

He trabajado en una carretera.
También he construido un árbol. Una
gaviota. Un pez. La luna al mediodía.
Tallé la nube rosa. También tuve
que edificar un vaso. Fabricar
algunos animales invisibles,
el pájaro de vidrio, enjalbegar
los cielos amarillos más azules.
Frecuenté lo infrecuente, decidido.
Y liberé mis manos, pies, orejas.
Construí sobre el agua. Cuerpo de agua.
Una patria oceánica. Una playa.
Fuí a trabajar en lo que no se ve.
En otras realidaes: el desvío.
Una luz diferente. Y tuve fiebre;
enfermé saludable, estremecido,
de la fiebre más sana todavía.
Trabajé la canción. En vida misma.
Una canción atlántica. Salubre.
El más dulce salitre, el más salado
de todos los azúcares azules.

Manuel Padorno. La palabra iluminada. Antología. Cátedra

Continúo leyendo. Con respecto a esta página, a este juego de aparecidos, la observo tras los ojos de Boecio cuando aparece en la novela de Ingrid Noll: Palabra de honor. Editorial Circe. "SI TACUISSES, PHILOSOFOS MANSISSES" - "Si te hubieras callado, continuarías siendo un filósofo".

Disculpas por la demora.

11 mar 2011

Alfonso Gortazar. Retrato de Carmelo Camacho. La belleza (recíproca) de los jardines del Este.

El poema y la casa del molusco
son de quien los habita ahora,
no de quien los fabricó.
Edgardo Dobry. Cosas. Ed. Lumen 176. 2008.

Yo era un niño intrigado que espiaba en la escalera.
Eloy Tizón. Seda salvaje. Fragmento. Anagrama 192.

¡¡Que maravilla, la amplitud de los jardines del Este!!. Se apropian de toda nuestra mirada con su solo, resplandeciente, verde. Incluso cuando la gravedad del invierno hace ausente los asientos, las farolas, las papeleras alineadas como puntos, como guiones suspensivos paralelos. No importa. Hemos traído abrigo y algunos sucesos saturados, poemas para pensar. "La gaviota significa el pez" - Dice también en Cosas Edgardo Dobry. Lo he leído esta misma mañana, reanimado después de conocerlo hace meses ...


La orografía de este terreno permite que se confundan las yemas renovadas, el crecimiento de los árboles bajos con las raíces de estos otros que nos esperan saludables, radiantes esperan nuestro paso con impasible firmeza. Sé que varias vidas, otras, se ocultan en su interior. Algunos pájaros no cesan de reclamar su estado de pájaros. Otros voluminosos demuestran en el suelo la incógnita del peso y la medida. En lugares concretos hay un cofre de aromas, de arbustos, hierbas silvestres, tenues florecillas. Tal vez, la caída en pendiente no permite el paso de la segadora motorizada. Parece que son cúmulo de años, también, como nosotros que caminamos siguiendo la línea verde de ejercicios recomendados. ¡¡Que maravilla!! me digo. Todo esto que procura la evocación de todos los poemas y acaso, pienso, también los no escritos. Aún ...

Y un viaje.



nos agravian mortifican zahieren
y como si tal cosa pronuncian su chispazo
mencionan lustros y colesterol
pero no las silvestres bondades de estraperlo
la lenta madurez esa sabiduría
la colección completa de delirios.
Mario Benedetti. Los espejos y las sombras. Fragmento. Inventario. Visor 108.


En este estado reparo, con frecuencia, en la soledad de los hombres buenos. Me voy con Antón, como repetimos desde hace años, a Madrid a mediados de febrero. Dicen que la vida te paga luego estos esfuerzos. Vamos como a visita de médico, pues nuestra estancia apenas dura lo que tardan en cambiar de turno cuatro conductores de autobús. Complacientes, pues veremos lo mejor que nos permitan nuestros cuatro ojos. Encontramos una sierra a la ida erizada de blanco. Está nevando. El aire frena la acometida del transporte. Estamos inmersos en un lugar muy antiguo, deshabitado, agreste, sin animales visibles, diríase sin paisaje; acaso un diplodocus asome la cabeza tras esos riscos ahora. En algún lugar se hallará la caverna.

En unos minutos, largos, entramos en la capital. Pluriracial, pluricultural, plurienriquecida, pluriempobrecida. Es Madrid, con sus torres varias, con sus rascacielos, con sus campos de fútbol.

Con sus trescientas exposiciones en estos días. Con su hormigueo de personas en el subsuelo. Sus tiendas de souvenirs que datan de otro tiempo, de otro estado de cosas. La lluvia ventosa que vimos en la sierra se llevó la migraña, la contaminación de Madrid por tiempo breve. Llueve.

ARCO

Vamos directamente a ARCO. ¡La otra maravilla!. Una vez allí me templa también lo que dejé atrás: la amplitud bien medida de los jardines del Este, el Bilbao periférico de todos los lugares. Busco la soledad de los hombres buenos porque quizá esta sea una medida del coleccionismo. Con mucho respeto veo, vemos. De nuevo no hay dinero suficiente para sentirse aquí como pez en el agua. Me cruzo con personas que parecen ser titulares de siete farmacias o factores aventajados del sistema ferroviario que llevan muy bien los años y un trabajo que devino en modernidad, en velocidad. Se mastica la intimidad, estamos en los días previos, profesionales y coleccionistas, críticos y periodistas, de la Feria.

El Arte habilita al dinero. Lo redime. Por mi parte, hubiera adquirido unos dibujos sobre papel de Manuel Salinas. Dos coloreadas abstracciones con un marco muy discreto. No encuentro, sin embargo, signos de gran vitalismo. Es lo que he venido a buscar. El vitalismo pictórico que tanto trabajó y defendió Alberto Datas. Me refiero a un paso más allá de la abstracción geométrica. Más allá del expresionismo. Para mi viene a ser como el color y el olor del color, envolviendolo todo: las puertas, las ventanas, las paredes, el contorno de las mesas, pero también la ropa, los zapatos, las manos, el pelo, la boca. Me compro el catálogo de Datas, esta es mi adquisición del año. Su catálogo gallego, una antología producida por la Fundación Seoane -1935-2007. Sospecho que veré los fuegos artitificiales de este año con otros ojos. Era el único ejemplar de un stand dedicado a la edición de libros de artista. ¡Que suerte!.

Caminamos por ese caleidoscopio. Vemos dos obras preciosas de Alejandra Icaza. Aprecio lo que propone esta artista. Históricos como Peter Blake, Jean Arp, Frank Auerbach, Sol Lewit, Anthony Caro, ... De nuevo, vemos repetido a Herbert Brandel en varias galerías. Brochismo colorista, muy lejano a aquel Herbert que ví en Juana de Aizpuru en los últimos 80. De nuevo, mucho Günter Forg ... La gran sorpresa de la Feria, para mi, es la abstracción gigante de Secundino Hernández. Alabamos dos ositos escultóricos de amigo Pablo Milicua. Preciosos, serios y con una producción impecable. Vemos magníficos Dario Urzay - especialmente uno en azules y uno sin barniz. Celebro ver a un Ricardo Cavada saliéndose decididamente del rebufo de Uslé. Vimos fotografía de Dionisio González (un preocupado de los poblados en contínuo abandono) y su singular escultura (una célula del derribo, un ladrillo), vimos obra de Fernando Mastretta; muchos históricos españoles: Hernández Pijuan, Gordillo, Saura, Esteban Vicente ... Un sinfín de jóvenes "se dice con exceso de optimismo que la juventud está en la cabeza": Juan Ugalde, Carlos Pazos, Curro González, Carmen Calvo, Miguel Ángel Campano, Susy Gómez ... nuevas obras de Begoña Goyenechea. Un joven viejo: David Rodriguez Caballero que nos halagó con su vecindad en otro tiempo, su necesidad ocasional de sal, perejil, ¿un sacacorchos?, en nuestra casa de San Mamés.






Montando Dulces compañías, Vitoria, con Antón Hurtado 2010


Esto amigos es otra calidad de maravilla. Vimos la nueva obra de Fernándo Pagola, pseudoarquitecturas muy bien presentadas, no puedo evitar echar de menos en la Feria a su hermano Javier. Vimos un extraño y cercano a los sueños, vídeo, 8' 32'', de Txuspo Poyo. Fabuloso. Duchamp actualizado. Esa maquinaria. El múltiple de Mavi Revuelta. La belleza de Txaro Arrazola, en vivo, no me explico por qué no han llevado su pintura. Extraordinaria la esculto-pintura de Ángela de la Cruz. Pude ver, de nuevo, una obra de Luis Canelo, la del año pasado me pareció mejor. La pintura curva de Manu Muniategiandikoetxea. Ví apuestas menos duras de Santi Moix.
Continuando . . . Como niño intrigado miro la belleza, ahora interrumpida, de los jardines del Este. Al inicio de nuestro paseo admiramos un magnífico Morandi: un conjunto de útiles humildes, cercanos. Una botella, un pote, un tazón, un cuenco, primorosamente pintados, unidos todos, muy juntos. En una atmósfera que confiesa que eso es lo único de lo que se dispone . . . la declaración específica de bienes de un pintor extraordinario. Catapultando esos útiles, objetos inanimados al mundo de los mejores retratos. Y aunque lo parezca ya no se pinta así. Será que disponemos de mas cosas. "¿Qué quiere decir morirse?. Morirse quiere decir una cinta fea en las pamelas, parientes enguantados, el luto musical del piano sonando en la terraza, y dejar de ver a los otros. Cuando uno se muere, uno ya no puede ver más a los otros y eso quiere decir morirse." Dice Eloy Tizón en uno de los relatos de La velocidad de los jardines. Anagrama-Hispánicas. 132 Vimos a Oriol Villapuig en Arte Madrid. De esa feria os contaré algo al final del trayecto. Ha pasado el tiempo, han pasado cosas y las cosas. Necesitaba un lapsus para adormecer mi necesidad gestual. El vitalismo. Entre tanto, nos sorprendió, llorando, la primavera . . . Un dibujo, un papel de Le Corbusier. Agradezco la suerte de cosas que han procurado que lo vea. ¡Que esté aquí!. Me pregunto cuánto hay que apasionarse, cuánto que equivocarse para hacer una colección. ¿Cuánto mimo, cuidado, enmarcado para que esta lo parezca?. La incógnita encendida me lleva al estado de abandono de la mía. Nuestra colección de caballos, elefantes, animales con ruedas.

Imagen: Concurrentes. mixta/cartón 125x78 cm 2011







18 ene 2011

"Cómo se despliega en mi vida el delantal bordado de mi madre". Arshile Gorki. Cuento de Navidad.



"La busca". Mixta/lienzo 250x200 cm 2007

"no sé si es la luz que se hunde
o la oscuridad que sube,
si es la vida que se esconde,
o si es la muerte, esta noche
que al caer me sobrecoge"

Noche total. Fragmento. Ángel Crespo

"Uno se despide, insensiblemente
de pequeñas cosas.
Lo mismo que un árbol
en tiempo de otoño
se queda sin hojas"

La simples cosas. Fragmento. Chavela Vargas

NAVIDAD

Es peor que ninguno este vino de Diciembre.
Hundidos por las esquinas levantamos el vaso
encima de los abrigos, en nombre de otras aventuras,
otros cadáveres que nos miran en la débil lámpara.
Hemos vestido luto para esta memorable ocasión:
En la memoria recolectamos el signo y sombra de los muertos
mientras un duende vomita en el fragor de la tasca.
Es Navidad y en la calle hórrida, al otro lado del ventanal,
un Niño-Dios nos anuncia sumariamente
todo el frío y el desdén de lo que nunca será.

Javier Aguirre Gandarias. Sal despacio. Hordago

De vuelta por fin a la nada. Arriba en el taller están mis manchas de colores. Más oscuros cuanto menos limpio los pinceles, cuanto menos uso los trapos, aunque me son valiosos también para las esculturas. Las torres que crecen y crecen como crece mi propia incredulidad en estos días. Que crecen atestiguando no más que todos los días paso por allí, que ando bailando a veces entre esas paredes que antaño olieron a industria. Y estoy en esta nada saturada que también es un propósito firme y fiel y que es sorda, silenciosa a veces y excluyente. Camino de San Adrián. ¿Por qué tienen los barrios, los pueblos nombres de santos?, ¿será que el testimonio de la víctima es mas valioso?.
¿Y qué será la nada en el Diciembre de Viloria?. Me gustaría estar más cerca de Pol y Fina para darles un solidario abrazo en el jardín de entrada a la fragua. Mandaron una preciosa postal desde ese pequeño pueblo de Álava. Llegaron felicidades y buenos deseos. Uno especialmente, relleno de confetti luminoso que se desparramaba por el agujero quemado del 2011. Felicidades con esencia de Bucay ...
Este cuento es para Antón, Carmen Ruiz, Pol y Fina, Tere y Pedro José, Pedro y Mª Luisa, José Manuel García y Blanca Gascó que mandó dulces Reales por Seur, con nuestros deseos irreprimibles de felicidad y besos.
Y yo sin contestar a algunas postales, felicitaciones de Navidad. Pasaron estas fechas como visita inoportuna. Contanos durante todo el tiempo de los años con el cariño de nuestros amigos. Muchas veces en silencio. En el vivir diario contamos, también, con quienes se fueron. Hemos llegado al año impar como quién sube una cuesta. y de nuevo constatamos que todo ocurre muy deprisa. Así que ya estamos en Enero, ya vaciamos de todo las botellas y las depositamos, vacías, en su contenedor verde oscuro.
He subido a diario el camino que termina en el taller, alejándome del ruido, algunos días en el autobús. Apenas unos minutos de parada para facilitar que baje algún viajero en la falda del monte, donde parece que todo acaba. En esta última parada el césped empieza a ser tupido, natural. Me trae, este trozo de verde a la memoria las hierbas, el césped pintado de mi amigo Alfonso Gortazar: Los elegidos y ágiles, los empastados y saturados verdes que acompañan a los personajes que miran, que te miran absortos, habitados por no sé qué clausura o pensamiento, o quizá la presencia sesgada de Hopper o Morandi. Ese silencio. Los esmerados y elegidos verdes que dan pie ahora a sus arquitecturas atrabiliarias, a los cuadros surgidos de un sutil, rico y exigente anecdotario. El amor a la pintura. Diebenkorn y Mitchell compartiendo patio, catálogos, tiempo. Y llegado al humor, recuerdo, el dicho nunca viejo del gran profesor: "El paisaje nunca pierde, arriba azul abajo verde". Y me propongo: Nada será real sin esa búsqueda.
En estos días las personas se vuelven, si cabe, más frágiles; perdí la primera página de este guión, hablaba de mi hermano Avelino y cómo apareció pintado sobre cartón con un lema que dice: Avelino no está. Así me alejo de todo. Del cebo ilusorio de los escaparates. Me aconseja el horóscopo que me compre algo nuevo. Voy leyendo una novela nórdica, El invierno de los leones, de Jan Costin Warner. Destino 1187. Es una novela lenta, de ella extraigo este fragmento: "... bajó al sótano. Sabía dónde estaban las cosas. Lo sabía todo sobre el caos aperente de su sótano. Las bolas rojas que le había pedido estaban en una caja de cartón, junto a unos ángeles de madera y diversos Reyes Magos."
Y me digo, igual es una buena medicina contra la prisa. Si puedo con esto, podré después con Ludwing Wittgenstein, Tom Spanbauer, Valle Inclán ...

Tiempo de vida
Los días que madrugo, mientras tomo café recurro a los amaneceres escritos por Delibes. Lo he leído salir muy de mañana con los aparejos de pesca, con la escopeta al hombro ... describiendo el propósito y cómo se echa encima la mañana. A mi lo que me espera es el asfalto, la ciudad. Estos días he estado acompañado por John Fante. Leí Llenos de vida y, en efecto, parece la continuación de su novela de familia La hermandad de la uva. Anagrama. Panorama de narrativas. La habitación de invitados de Helen Gardner. Salamandra. Y el más recomendable de los libros si uno está involucrado con el arte contemporáneo: Tiempo de vida. Anagrama. Narrativas hispánicas. Siempre me gustó la obra de Juan Giralt y ahora su hijo Marcos Giralt Torrente nos regala el relato de la vida con su padre. Artista significado del arte español del Madrid de los 80, fallecido en 2007.
En una inauguración reciente me preguntaron, hablamos, sobre el precio del arte. Daban por entendido que era caro. Querían saber mi opinión. En unos segundos mi pensamiento hizo un zig zag y me puse en el lugar del artista que tiene un, dos, tres hijos y aún así pretende vivir de su pintura, que no de su trabajo que como es sabido es algo relacionado con ello. ¡Es de necios confundir valor con precio!. Me escapé. Tal vez el profesional de turno no encuentre en el libro de Marcos, el amor, el aprecio que he encontrado yo. Ahora me sirven de consuelo nuestro cuadros de Edu, Ana, Alfonso, Antón, Teresa, José Ángel, Ramón, Alfredo, Pablo, Merche, Alberto, Alberto Asprino, que nació en Maracaibo, lugar ideal para nacer y ... . Recuerdo con alegría "El cuadro más caro del mundo" de Edu López. Los títulos son autos de fe. Declaraciones sumarísimas de internas reflexiones. Confesión de la propia lucha o defensa de la impericia o lo que más nos importa del Universo, por eso he iniciado este cuento con ese título magnífico de Arshile Gorki. Os aseguro que el cuadro es todavía mejor.
Lecturas, pesquisas para regalo de "Reyes". Preparación, en suma, o ejercicio para ir llevando la vida, Llenos de vida, pese a los movimientos sabidos de los barcos.
Se me van acumulando las cuartillas como en el tragaluz de la puerta de Chesterton. Dicen que era perezoso y que su mujer se las cambiaba por comida. Ya poco importan las cuartillas perdidas. En este momento yo necesitaría cigarros.

"Reconocer que muero cuando mueres
que resucito cuando resucitas
hace ya tiempo que lo descubrí"

Trece fragmentos para un monólogo. II. (fragmento)
Jenaro Talens.

"La mayoría de las cosas en la vida son algo absoluto porque no nos queda más remedio que creer en ellas, tal y como creemos en una regla, por ejemplo. Pero si usted construyera una esfera, nunca podría saber si realmente es perfecta. ¿No es fascinante?. Nadie nunca lo sabría. Sin ningún instrumento, resultaría imposible de demostrar. Si yo construyera una esfera y le preguntara a usted: "¿Es perfecta esta esfera?" Usted me respondería: "¿Cómo voy a saberlo?" Yo podría insistir en el hecho de que presenta el aspecto de una esfera perfecta. Pero si usted la observara detenidamente, al cabo de un rato diría: "Creo que aquí está un poco plana." Eso es lo que me fascina: hacer algo de lo que nunca pueda estar completamente seguro, ni yo ni ninguna otra persona. Yo nunca lo sabré y nadie más nunca lo sabrá.
¿Así es el arte?
En efecto. Esa es su esencia.

Willem de Kooning. Entrevista con Harold Rosenberg 1972.

Os traigo aquí esta segunda imagen. Recuerdo de Estremoz. óleo/tabla 21x23 cm 2011, para demostrarme que la búsqueda se mueve. La Tierra se mueve.
Obedeciendo los consejos del horóscopo compré Tiempo de vida de Marcos Giralt Torrente y el catálogo de Willem de Koonnig. Ed. Polígrafa. Del que he sacado este fragmento de entrevista. Mandé reparar pantalones a los que inevitablemente he cogido apego. Tanto tiempo con uno, tan cercanos, a 10 € el parche. Podría echarlos para trapos, pero si soy sincero lo que creo es que adoro la actitud de mi madre y su preocupación porque no fuéramos rotos. Pobres pero limpios, curiosos y con buena disposición de ánimo ¡cosa difícil!.

Una llamada de Ángela nos comunica que mamá está en el hospital. Como cosa de la providencia Avelino había vuelto a casa hace días. La pintura que inspiró sigue teniendo vigencia en su cartulina tamaño academia, porque alude a todos los momentos que le eché de menos. Una sensación de pérdida con difícil solución. El teléfono no dejará de ser para mí un elemento extraño. Es mucho mejor verse, vivirse. Desde él, dice mi hermana que tiene malas sensaciones, que ha visto a muchas, siempre son demasiadas, personas morir.

Según estadística, el poema más célebre en lengua castellana es Elegía a Ramón Sijé de Miguel Hernández. Recordad:

(En Orihuela, su pueblo y el mío, se me ha muerto como el rayo Ramón Sijé, con quien tanto quería.)

Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupas y estercolas,
compañero del alma, tan temprano.

Alimentando lluvias, caracoles
Y órganos mi dolor sin instrumento,
a las desalentadas amapolas
daré tu corazón por alimento.

Tanto dolor se agrupa en mi costado,
que por doler me duele hasta el aliento.

(fragmento)

Poema al amigo en la fosa. Es cierto que el dolor aflora cuando una parte de la vida te es arrebatada. Es algo así como si te extirparan un miembro, cuando desaparece el amor, una parte del amor para no verlo presente jamás.

Me marcho a Valdepeñas con una pequeña maleta. Voy a ver a mi madre al hospital. Ingresó con una gran deficiencia respiratoria. Ocurrió hace días y parece que va saliendo del atasco. -Tiene muchas ganas de vivir. Dice Avelino. Llevo poco equipaje. Utópico o ilusorio, pensando en las situaciones que se contemplan en los libros voy acumulando leídos o repetidos, con el fín de establecer en la parte de arriba de la casa una biblioteca. ¡Otra!. Maravillosa la labor que hace el mercado del libro viejo y mi amigo Enrique. ¡Ninguna casa sin libros! me digo.
Llevo para mí los que tengo a mano. Suficientes para pasar el rato del tren y alejarme del dolor, para estar en otro lugar además de en la habitación, la noche en vela con poca luz, del hospital. De nada me sirvieron, pués acelerado, en una tarde lluviosa los dejé en casa para dirigirme a hacer lo que me había llevado allí: reconocerme en mi madre y besar y abrazar a mis hermanos. Aliviarles del cansancio acumulado. Día y noche recorriendo un camino inusual. Cuando llegué, mamá estaba muy recuperada, con un respirador; pero muy cansada, agotada en el esfuerzo de sobrevivir. Eso si, con un humor excelente, como siempre. Alegre como si estuviera recién llegada del campo hace sesenta años. Reconozco en eso la gran y única fortuna de mi madre.
-Saldremos de esta, me dice Avelino y ella asiente muy conforme.
Así es, al día siguiente la mandaron para casa. Renovada, asustada, como surgida de una mala y antigua pesadilla.
Hace años descubrí un poema de Ángel Crespo similar al de Ramón Sijé. Seguramente menos conocido, pero hecho también desde el dolor por la pérdida de un amigo. Lo he traído en el viaje. Quería transmitírselo a mis hermanos, a mi madre:

Un vaso de agua para la madre de Juan Alcaide

Te recuerdo callando entre mujeres
mientras tu Juan, ya huésped de la caja,
aguardaba los puentes de la tierra.

Yo no le quise ver porque me daba miedo.

No porque de la muerte me estremezca
ni un muerto me dé espanto,
sino porque era Juan con su calva y su frente
y con sus labios gordos y sus manos helándose.

Entonces me dió miedo de estar en Valdepeñas,
de haber llegado en tren por la mañana
y haber bebido vino antes de verte.
Porque tú estabas, blanca, en una silla
sin pronunciar un verbo
y con gesto de nunca.

No sabías

si estabas en tu casa, si de lejos
veías tu tejado, negro ahora.

Transitaba la gente por el patio

y tú, entonces, pensabas
en camisas planchadas y en pañuelos;
en perfumes de flor y de maderas,
y en nada de la muerte y de su prisa.

Cerca estaba tu hijo:

fuerzas hacían por alzarle algunos.

Ángel Crespo. Antología poética 1693. Alianza Editorial

Cuanto más vida tengamos, conoceremos más poemas. Son necesarios.
Mamá procura, ahora, en compañía de Avelino, Ángela y Carmelo, seguir siendo protagonista de su propia historia. Reaprender a andar, débiles las piernas por la cocina. Recuperó la voz, la palabra, sus ratos de plancha sentada en la cocina, dice que es algo que aprendió con los partos. ¡Tantos!. Sigo echando de menos sus remiendos magistrales. La vida real, la cotidiana, ha decidido que vivamos lejos, pero para eso también tuvo solución mi madre. Decía con arrojo y no poca pena: ¡Cada mochuelo a su olivo!. Sabiendo, por el campo, que el olivo no es el árbol ideal para refugiarse. Lo decía hace años, pero yo sé que nunca dejó de soñar, como yo, con la unidad familiar: una mesa gigante en la cocina. Un juego de parchís con ocho colores. El papel plateado para el río en el belén, para la estrella. Ahora mientras sigo la busca de no sé qué, sin prisa, que se materializa en estos cuadros, papeles, tablas, ... Agradezco todos los días, a luz de flexo, cada taza, plato, cuchara, vaso de agua que mis hermanos mueven para el bienestar austero -no dan más las cepas- de mi madre. Por muchos años. Independientemente del fulgor, la estabilidad, la grandeza o la belleza, el precio de los cuadros. ¿A quién le pasa desapercibido todo esto?. Salud, mucha salud.























5 dic 2010

El paraíso azul


"El brillo joven y el buen acabado". A Antonio Saura. Acrílico/lienzo 250x200 cm. 2007

"Prepárate para ser el hombre que viniste a ser, si puedes. Falta poco. Entonces te van a acusar y no podrás defenderte. O te van a ensalzar y no podrás alegrarte. O te van a olvidar y no sabrás que te olvidan. Prepárate para ser un hombre cuando ya no puedas serlo. De hecho, no sabrás si lo eres, ni lo malo o lo bueno que dirán de ti, o la grandeza o la miseria con la que te cubrirán. Pero apréndelo ahora ante la posibilidad de lo que serás. Prepárate para ser un hombre. Ahora. Ya."

Vergilio Ferreira. Pensar. Acantilado 138

Entre todos estos libros, sobre mi mesa, de Neruda sospecho que el Paraíso tiene que ser azul. Lo creo con mayor convicción después de conocer aquel cuadro de Miró en azul deslavado que pudimos ver en el Guggenheim. Así me lo ha parecido siempre y así se muestra cuando hace fondo en algunos santos de calendario. O en estampas que prometen un socorro azul. Es posible que sea un evanescente, inmaterial azul, sin color apenas. He acertado a verlo en algunas sobremesas en el mar con irisaciones verdes y blancas. Lo he visto en imágenes televisivas. Nunca he estado mar adentro.

"De consumida sal y garganta en peligro
están hechas las rosas del océano solo,
el agua rota sin embargo,
y pájaros terribles,
y no hay sino la noche acompañada
del día, y el día acompañado
de un refugio, de una
pezuña, del silencio."

Fragmento. El sur del océano. Pablo Neruda.

Y, sospecho, que no se tocan las personas en el paraíso. Tan sólo deambulan de un lado azul a otro eternamente felices. Ni se saludan, ni se pegan. Tan sólo se cruzan sin cederse ni estorbarse el paso. Inmateriales. No caminan con celeridad, ni se sientan en bancos cabizbajos. Allí no hay pesadumbre. Oxigenados respiran un paraíso azul más grande quizá que el Universo.
Transcurrido el tiempo parece, a veces, que algo no preocupante ocurrirá. Entre algodones, pero ahora en la seguridad de que todo lo que ocurra será bueno. Celestial. Bondadoso.
No hay palabra ni derecho a réplica. A pesar, como dicen, de estar lleno de personas. Algunos piensan allá arriba que la palabra es un tiro. De gracia.

"No saber nada que sea ajeno:
Mientras dura la repentina caricia
y, con los ojos cerrados, advertimos la excelsa mejilla
de otros cielos que sobreviven a éste."

Caricia. Javier Aguirre Gandarias. Sal despacio. Hordago.



2 oct 2010

Antes o quizá después. Dulces compañías



Fotografía de Jokin Lara. Sala Luis de Ajuria. Vitoria 2010.

"Y ahora se pueden esbozar dos versiones completamente distintas de la aventura de cada uno con su día ..." Ensayo sobre el día logrado. Alianza Tres 275. Peter Handke.

"Todo artista lleva consigo una palabra para transmitir. Pero pobre de él si la conoce. Si la sabe."
Pensar. Acantilado 138. Vergílio Ferreira.

No todo está perdido después de siete días de otoño. Me refiero al calor. Aún quedan sandías en el mercado. Como cofres de sol. Grandes. A la medida del brocal del pozo. Y ... cuadros de espléndidos colores nos mirarán también ajenos a los cambios de estaciones.

No hacía frío ni calor cuando llegamos a las ocho menos cuarto a nuestro destino. El propósito, hace una semana, estaba por encima de eso. Para mí era la posibilidad de ver un amanecer distinto, fuera cual fuera. En otra ciudad. Es todo tan reciente que quizá no pueda llamarle recuerdo todavía. Tomé un café y una tostada en El Vagón. Una cafetería de Lakuabizkarra, decorada a la manera de los viejos coches de ferrocarril. Silenciosa en su despertar y con aroma a buen café. Luego me acerqué a la ciudad, una, dos, tres, cuatro, paradas de tranvía ... quería sentir el bullicio de las personas a esa hora temprana ... vi caras naturales, frescas, despejadas y supuse que Vitoria, ciudad aún abierta, castiga menos a sus habitantes ... eso, al menos, esperaba ver. Seguro que era eso lo que esperaba ver. Luego paseé entre calles, lamentando haberme dejado las gafas en casa, hasta orientarme. Es bonito pasear con tiempo por delante. Al fondo las construcciones de piedra identificarían el barrio viejo y por allí la plaza más concurrida, la Catedral y su parque vestido por un tupido césped y la escultura pública de Koko Rico. Muy cerca hay también obra de Dora Salazar. Allí habría de dirigir mis pasos, en los primeros números de General Álava está el espacio donde expongo mis cosas.
Y ya estaba allí, de pronto, en mitad de las luces, en el vaciado rectángulo interior, que es la Sala Luis de Ajuria. Por sus escaleras apareció también Joaquín y secundó conmigo algunos detalles: la elección de las peanas, el uso de la luz ...

Fotografía de Antón Hurtado. Sala Luis de Ajuria. Vitoria 2010.

Paseamos después hablando, como si no hubiéramos estado sin vernos en meses ... con paso seguro hacia el Artium. El Museo de arte contemporáneo de Álava tiene entre otras bellezas un patio de veladores en la calle, bien atendido, en el exterior de la cafetería. Conversamos y paralelamente vislumbraba, con mi obra, varias posibles exposiciones: La de la furgoneta cargando en el taller. La de su descarga. La del trabajo envuelto en plástico-burbuja y precintado. Conozco memorables trabajos de Sigmar Polke realizados en este material. La mis objetos escultóricos embolsados en papel y de nuevo plástico.
Vivimos un poco en la era de las emociones plastificadas. Digitalizadas.
Y veía también la exposición de todas mis cosas en el suelo, con las peanas ausentes, los cuadros aún sin colgar en las paredes. Colocados aleatoriamente, barajados como naipes preparados para el inicio de la partida. Y a mi amigo andando entre ellos con la cámara que capta la luz ... con Antón distribuyendo para la mejor y más favorable comprensión de cada una de las piezas. Contamos con la suerte de los metros. Hay que dejar espacio entre las obras. Me acuerdo de Erri de Lucca: - "¿Te parece bien aquí?. Le pregunta al cepellón del árbol que va a plantar, en uno de sus libros. Reconozco que pensé en los poemas que le surgieron a William Carlos Williams alrededor de Brueghel. La pintura, la escultura, es un tratado, también, de lo que no dices. Pensé en esas caras que al amanecer tan naturales y limpias ... en la acumulación de coches de niños en el tranvía. En ese ejercicio del "todo fluye" que anuncia Tápies en sus escritos. En blanco y negro. Ensayos. Galaxia Gutemberg. Tan recomendables. Lo traje en la bolsa de viaje como amuleto. Como tabla de naufrago. Pensé en el señor extranjero que mira con cara de no entender, y en los habitantes del mundo que se contagian de esa falta de entendimiento.

Y ahora en la seguridad de mi casa, en este valle y en silencio pienso en escribir con gratitud a José Manuel García de la Mora, para hacerle llegar nuestro afecto, lo bueno que nos resultó conocerle, la templanza que nos transmitió y el hecho de habernos reiniciado en los juegos de mesa (crucigramas), y a Pedro José y Tere y renovar así, la foto que nos hicimos en circunstancias similares hace algunos años en Basauri, Aquella exposición se llamó "Lugar exacto donde cayó el globo". Alusión matemática, quizá, a ese porcentaje de fatalidad que nos mantiene cautos, prevenidos.
Pienso en los trabajos próximos que me proporcionarán este magnífico beneficio de la duda. "La duda me lleva al taller", dice Manterola.
Por ahora soy tan sólo la herramienta que produce estos cuadros, objetos y lo demás es esto que os cuento. Balbuceando. Considero poco verosímil hablar tan sólo de pintura, de arte en exclusiva. Volví a Lakuabizkarra en tranvía. Maravilloso invento. A las doce y cuarenta y cinco. De la Ajuria a la Ajuria. Me vuelvo a Bilbao con Bego. Si la arquitectura de la sala me envuelve, me trata como mi amiga; la familia, la amistad en mayúsculas. Todo resultará un éxito.

Van llamando los años en mi cuerpo,
y los voy alojando con incomodidad,
vanos y numerosos. Se tienden en mi cama,
manchan mi soledad, hastían mi figura en los espejos.

Fragmento del poema: Desaparición de un personaje en el recuerdo. Francisco Brines.

Salud. Saludos

17 sept 2010

"Dulces compañías". Próxima exposición

Permitidme, los lectores del blog repetir este poema:

Por la luz oblícua, debía ser invierno,
un puñado de ojos buscaba
en los míos
iluminados epitafios.

Me desagradaba ser mirado así,
no tengo piedad
ni rosas, conozco las gaviotas por el vuelo,
vengo de las orillas del mar.

Son lentas las postreras
luces, tampoco tengo prisa:
no entiendo esas voces,
si me llaman, no es a mí quien llaman,

que no soy de aquí.

Dulces compañías

Este que leéis es el poema número diez de los diez poemas que contiene el libro de Eugenio de Andrade. Contra la oscuridad. Editorial Pamiela 14.


Ni piedad ni rosas es uno de sus fragmentos. No he encontrado título mejor para nombrar este objeto y su intrínseca dramaturgia. Llamémosle pues "Ni piedad ni rosas" en homenaje o invocación a este hombre de Oporto que admiro. Poeta. Luego llamémosle X, llámesele escultura o conjunto exagerado de un ápice, simbólico diminuto de todo lo que nos sobra y no obstante tenemos a mano. Aquellos de vosotros, de ustedes, que han visitado exposiciones diversas seguro que tendréis facilidad para ubicarlo en vuestras retinas. Bien !!. Llamémosle poesía.

Ocurre que tuve la fortuna de asistir a un seminario sobre Poesía visual-Poesía concreta impartido en Bilbaoarte por el uruguayo Clemente Padín. Una celebración. Abarató el concepto que tenía entonces de las importancias. Comulgo con el mundo de las empatías. Es decir: Es muy agradable ser importante. Pero más importante es ser agradable.

Según algunos científicos es una de las soluciones para esta era tormentosa que vivimos. La empatía.

Desconozco lo creativo-lucrativo y esta ignorancia del mercado me mantiene en líneas de trabajo muy concretas. Esto es: estoy tan sólo en la praxis de un oficio adivinable en estas paredes. Podría decir que nada me interesa más que los sueños. Acompaño en esto a Sigmund Freud y a su sobrino en el gusto, la necesidad, la militancia en la pintura. Perdonad si esto se os antoja comparativo, no es mi intención pero si me motiva que se me entienda.

Siempre me ilusionó, siguiendo en el mundo de los sueños, la idea de que uno de mis trabajos fuera portada de disco. Debería ser preferentemente un redondo disco de Jazz. De Hank Jones, Herbie Hancock, Bud Powell o Brandfor Marsalis. Ser portada de un libro, de un poemario quizá como este precioso de Eugenio de Andrade, o un panfleto. Siempre quise escribir como Bob Dylan. O pensar, no lo sé. Modesto, se me antoja poco probable, pues no se si sabría pensar en inglés o voy más lejos, norteamericano. Nunca estuve en esos mundos.

Fui portada de catálogo de un certamen para artistas noveles. En este caso competía y figuraba también en su interior. Y el resultado no me satisfizo. Resultó ingenuo, malogrado. Un intento banal, vaporoso como espuma entre cantos de río acelerado. Lo guardo con cariño, pero todavía sigo preguntándome cuándo deja de ser novel un artista.

Sigo entonces haciendo mi disco, mi libro imaginario, que en este mundo de empatías que os cuento será de otro. Nadie lo ponga en duda. No soy músico. No soy escritor.
Sigo procurándome dulces compañías. Cuadros, esculturas, objetos potencialmente exponibles. Más dulces aún que mis amigos. ¡¡Qué lo son!!. Más dulces y menos sabrosas que los chocolates de Estella o de Mendaro.
Diré como Hieronimus Bosch, el detective de Michael Connelly, con nombre de pintor: "Gastaré mi dinero en pintura, jazz y cerveza".
Toda mi vida última, transcurrida, está relacionada con eso. No puedo vivir sin la pintura. Sin lo creativo-lúdico por lo que contiene de autobiográfico. Sin la música acompasando todo lo que ocurre en mi taller. No puedo prescindir de la pintura. Mantengo con ella, ahora si, conversaciones con lo inglés, con lo norteamericano. En sueños me transporta y me iguala.

Ahora no puedo prescindir, no me queda tiempo apenas y aún falta octubre, noviembre y tantos, tantos años más de pintura. A ratos me sacia y a ratos me hace inteligente, como dicen que han de ser los humanos.

Me siento plácidamente en el autobús de línea, en el 76. Me acompañan personas que andan a otros afanes. Si me llaman no es a mi a quién llaman que siempre ando ocupado en estas cosas.

Aquí, Dulces compañías, os muestro mis trabajos. Algunos cuadros, dibujos, objetos. Ni piedad ni rosas. ¡¡Otras cosas!!.

Conocí la galera
por el platillear
el andar de la mula
y el cantar del gañán

Seguidilla extraída de Los carros vacíos. Novela policíaca de Francisco García Pavón.

Llevo la varja cargada.

Dulces compañías. Llámesele X, llámesele poesía ... "Si saben de uno, cosas que ni uno sabe que sabía" Joaquín Sabina.

Vedlas. En su interior está todo el cariño que profeso a mis contemporáneos. A mis amigos. El juego consiste en que volverán a casa, celestiales. Al finalizar octubre. Al taller y allá en silencio o con el piano clarísimo de Sonny Clarck acompañarán a este maravilloso y veraz poema de Javier Aguirre Gandarias incluido en su poemario Sal despacio. Ediciones Hordago.

Conquistaron
otros terrenos más ampliables en enérgica protesta
o ley de creación, equiparando la suma de los
juicios el proyecto del suma y sigue, en la decisión
no necesariamente rectilínea. Sin dejar, por eso,
el gobernalle que se controla con los años
y requiere adivinar, en la huella regularmente señalada,
un margen de libertad que nunca fuese adulterado
por caca de los chiquillos. Quiere decirse
que aunque somos bastantes pero mal avenidos
y aunque todos tenemos algún derecho
a reivindicar la imagen de Júpiter y Apolo
y, en cierta medida, la de Saturno y Afrodita, lo más divino
es que nos vamos y nadie nos ha visto.

Saludos. Salud


Carmelo Camacho
Sala Luis de Ajuria
del 25-9 al 14-10 de 2010
General Álava, 7

Vitoria-Gazteiz

lunes a sábado de 18,30 a 21 h. Domingos y festivos de 12 a 14 y de 18,30 a 21 h.






16 ago 2010

Un camión de hormigón, un papel de caramelo



Un camión de hormigón, un papel de caramelo.
Mixta/lienzo. 200x200 cm. 2007

Hicimos pausadamente lo que vinimos a hacer aquí. Nos faltó gas en la bombona o el problema era de la candileja. Volvió nuestro amigo de Madrid con un buen resultado. La vida consiste en dormir en colchón prestado, en una preciosa habitación con mesitas castellanas, lámparas y libros en los estantes. una cómoda con algunos cuadros, forman el decorado. En las paredes se deja notar la arquitectura de esta antigua casa. Luego de dormir añorando el propio colchón; enamorados por el hecho de compartir cabalmente el todo del día. desayunamos repetidos cafés y un pan redondo y plano. Un pan aceitado, que aquí dan en llamar torta. Muy rico. La pareja de panaderos jóvenes tienen modos y aspecto de estar siempre recién casados. Ostentan el negocio con capacidad y el ánimo primordial y transparente del laborioso Benjamín. La Bondad. El abono de este pueblo, que este año no recogió, las pagaban a 30 céntimos en el mayor, sus cerezas.
Leemos el libro que dejamos parado en el mejor momento anoche, cuando nos usurparon la tranquila presencia del silencio. Los jóvenes son jóvenes. Los pájaros son pájaros, decía Evaristo. Se reunen en el soportal de esta añeja casa al abrigo de un banco que llegó hasta aquí del cercano paseo de la princesa Cristina de Noruega. Junto a la Colegiata. Un banco de noche para procurar el inicio de los primeros cigarrillos, porros, besos. Un banco de parque, de paseo. Que camina a voluntad de los imberbes o los maliciosos. O los sencillos. O los corajudos folclóricos amantes del lugar y las cigüeñas. Este año hay tres.
Unas horas después de despertar nos socializamos en busca de comida. Quiero decir, de ésta manera todos sabrán que estamos en el pueblo. Los pájaros son pájaros. A los ultramarinos. A comprar el pescado, buenísimo si está bien elaborado, y todo lo necesario. Estamos en Burgos y queda la historia viva entre sus adobes y muros. Hay una chacinería estupenda. Morcillas bien especiadas, como con alegría. De arroz. Como si estuvieran avaladas por el silencio, la naturaleza, que nosotros venimos extrañando. Disfrutamos del aroma de los tomates recién regados. La visión ocasional del juego de unas ardillas en una sabina, arrullada por el riego del aspersor. Emulamos así la vida del campo de Verga, Pavesse, Delibes. Y Saramago cuando nos dijo todo aquello sobre Portugal. Adormecemos aquí nuestro afán de conquista. Nos tranquilizamos, por pocos días. Hay tabaco y periódico, regaliz en barra para los que dejaron de fumar. En el estanco puedes seguir jugando a hacerte rico. Y comprar novelas y otras innumerables mercancías. Dos horas después nos vamos caminando hasta la finca. Apenas 1400 m. manejables, la medida ideal de la intimidad. Domables con el agua de riego constante y una caseta de obra metalizada. Llegada en camión. Esos camiones que sacuden estas carreteras. Con una docena de frutales de poco riego y un símil de huerta suficiente. El secreto está en el pozo, de ahí manó agua, según nuestros amigos, gracias a San Antonio y 3000 €. Peor hubiera sido si el pocero se hubiera cegado en tierra o encontrado un teso de yeso cristalizado, o una valija, amor o un osario. O una tesela, o un denario. Un ápice de camino romano cruzado en su búsqueda.
Y hay también unos álamos gigantes a la derecha, al fondo. Una decena de arbustos bien crecidos. Arborescentes como pira que no apagara nunca. Unos cipreses dándonos, dandys, la bienvenida siempre. Un manantial de paz en tres palabras. Con independencia del chapoteo de los chiquillos del lindante camping de reposo y piscina. Y su discreta y respetuosa megafonía. Pienso que en otros lugares sonarán músicas del verano de sol a sol. Obligadamente alegres. Repetitivas. Aceleradoras del transcurso del día vacacional. Músicas que dan sed para acabar con todo el dinero que llevamos en el bolsillo. Pienso que en Agosto no hay música mejor que la que produce el roce de las ardillas en sus saltos de plátano a sabina, de sauce a cerezo viejo. El almacén de comida ideal para estos bichos de cola larga. Ni música mejor que la boca de riego manando agua. O que la tijera de poda cortando madreselva, eso verde muy ramificado que todo lo atrapa, como la vida. O la propia música de los textos leídos en silencio. Cerebrales. Los tan queridos artículos de Muñoz Molina. Los recordados de nuestra querida ausente Mercedes Soriano. Seguro que ahora le hubiera gustado compartir con nosotros armonía. O utópica independencia. O la música misma del suspense que no termina nunca. Preparándote para ser buen espectador del desigual e inquietante cine televisivo.
Una parte del día se ha ido con estas notas y nos espera darle vida a la herramienta. Sellar la tela asfáltica, coger unos cubos de caduca cereza no recogida. Simplemente sentarnos a ver el campo o los ojos del puente sobre el Arlanza en su magnífica y muy necesaria construcción. Cinco bares hay en este pueblo y no los hemos visto en esta ocasión. Con esta lentitud el bien o el mal no existen. Pero el bien nos lo llevamos con nosotros engarrafado en cinco litros de vino de Evaristo. Clarete Rachel de cepa, de palo centenario. Muy fresquito al paladar, sin nota de malicia.
Y ahora quiero recordarte amigo Antón, cuántas veces rememoraré a aquel artista. Parado en el sur de Francia, por una huelga de transporte en la frontera. Usó para su trabajo la imagen de la habitación que le había correspondido. Allí elaboró el pintor una nueva e interesante versión de los cuadros que le tocaron en suerte: cisnes, ciervos. Miel sobre néctar de brezo. La maravilla con fuego bajo en su interior. La vimos en Vanguardia...¿recuerdas?.

19 jun 2010

Discurso de las Plazas



Alberto Rementería. Chicas


Usted es muy amable.

Bolo. Ese montón de dudas llamado chatarra. Amargord ediciones.

Acabo de conocer que en Rumanía, los hombres para mostrar el duelo, el dolor de la pérdida de un ser querido, se dejan barba durante cuarenta días. Me ha impresionado esa costumbre. Esa norma.
Hace días que considero la nueva Plaza de Arriquibar, casi desde su inauguración, como la más inhóspita de Bilbao. Al principio me dejé llevar por ese movimiento, en tiempo record, de la fuente principal. Se puede ver ahora alzada y rodeada con un grupo circular de bambúes. Pequeños bambúes que aparentan querer vivir en un lugar más soleado. Tendrán que reponerlos vuando adolezcan de frío, cuando vayan echando de menos el calor. Valoré positivamente sus quitamiedos de bronce. Quizá me dejé llevar por la limpieza. Pura fantasía.
Al cabo de unos días, en mi paseo de mañana, ví que habían quitado el único banco de esa Plaza para que no fuera ocupado por indigentes. Serrado de raíz. Con rotaflex, como se hacen esas cosas. El ayuntamiento explicaba que era por eso, por los atorrantes, su ausencia. En un acto de responsabilidad ¿civil?, ¿ciudadana?.
Observo la Plaza ahora con añoranza, esa plaza de paso donde vivía la "loca de Arriquibar". Donde soñaba la Señora de Arriquibar. Mi perro siempre se portó bien en aquella plaza. Claro que con un metro veinte de libertad. Siempre atado. Ocasionalmente los acupantes de sus bancos me ayudaban a acabar con mis cigarrillos. Y cuando paso ahora al sombrío hall del edificio transformado, no dejo de pensar en aquellas gentes. Expulsadas de su paraíso. Y su muestario de columnas no me dice más que: -aquí hay gato encerrado-. ¿Dónde se juntarán ahora esos amantes de la intemperie?, esos fumadores empedernidos de cigarrillos ajenos. Quizá adoleciendo la ausencia del magnífico banco que les diseñó Philippe Starck, se dejen barba ahora cual rumanos. Ya es sabido: "el muerto al hoyo y el vivo al bollo". De no ser así ¿Qué haríamos?.
Habitado por este sentimiento, contrario a la nueva bilbainidad que propone la Alhóndiga cultural: consume o muere, parecen decir sus directivos. Paga por comer, beber, descansar, mirar. Levemente, a un precio módico, con descuentos familiares y algunas facilidades. Haz gimnasia pagando. Usa la piscina pagando. Darío Fó acaba de declarar que con la muerte de José Saramago se le ha ido parte de la vida. El mismo Darío que escribió: Aquí no paga nadie. Claro que ahora con el paso de los años, casi como antes, esto de no pagar se ha convertido en patrimonio de los importantes.
Más no hay regla sin excepción y para salir de lo grave de este asunto os recomiendo la exposición maravillosa de Alberto Rementería. CHICAS. En el Colegio de Abogados de Bizkaia. Rampas de Uribitarte nº 3. Esta vez el ojo complaciente del cada vez más humano artista, retrata la magnífica, larga, insuperable vida de los bancos. De los bancos de Paseos y de Plazas ciudadanas. El exceso didáctico de Alberto hace de esta exposición una nueva entrega del cómo, por qué y para qué el arte. Salud maestro.

14 may 2010

Cotidianeidades, enseres. Iñaki Sáez



Paleta. 30x41 cm. mixta/tabla. Iñaki Sáez en los 80?

Por la luz oblicua, debía ser invierno,
un puñado de ojos buscaba
en los míos
iluminados epitafios.

Me desagrada ser mirado así,
no tengo piedad
ni rosas, conozco las gaviotas por el vuelo,
vengo de las orillas del mar.

Son lentas las postreras
luces, tampoco tengo prisa:
no entiendo esas voces,
si me llaman, no es a mí quien llaman,

que no soy de aquí.

Eugenio de Andrade. Contra la oscuridad. Ed. Pamiela 14

Aparecieron un centenar de discos. Entre las cajas. Unidos a otros materiales apreciados. La más mínima cuña, un dado. Murió Giuseppe Panza di Biumo (Milán 1923-2010) el 24 de Abril. Coleccionista de Arte contemporáneo, a los 87 años. Francisco Calvo Serraller escribe un obituario en El País del sábado 1 de Mayo. Me gustó muchísimo la exposición que pude ver de su colección. Recuerdo con placer un dado diminuto, magníficamente iluminado en el centro de una gran sala. Él sólo. Paralelamente coincidiendo en el tiempo un latino pintaba constantemente un haba por las calles, plazas, aceras y mobiliario urbano de N.Y. Posiblemente una de las mejores colecciones en manos privadas, dice Calvo Serraller; que se puede visitar en su Museo personal en villa Menafoglio di Litta en Varese.
No es del todo cierto que no sea partidario del viaje. He leído bastantes libros en viajes de autobús de trayectos de corto y largo recorrido: Columnario de Francisco Calvo Serraller, Galaxia Gutemberg terminado en una playa de Elche; La novia de Matisse de Manuel Vicent, Alfaguara y otros tantos. Así es como estoy muy agradecido al viaje. Volviendo a Panza que decía: "El bien y la belleza son una misma cosa, entidades inseparables e indivisibles. La vida es una sucesión de momentos. Quién vive los momentos de la belleza, vive también los del bien y toda la felicidad que es capaz de proporcionar la vida. ¿Qué otra cosa mejor le podría caber en suerte?".
Podría, digo, acabar mis diversas lecturas, ahora mismo, en un viaje en autobús hacia la casa de este sensato y anhelante coleccionista de arte mínimal. Celos de Catherine Millet, Señora de la miel de Fanny Buitrago, ambas de Anagrama, o Entre la bruma, el cuarto libro de Simonetta Agnello Hornby en Tusquets editores. En fín, un sistema más para poner remedio al cansancio de la mudanza. De la preparación y acomodo de todas estas cosas mías, que van apareciendo entre cajas. Un centenar de discos, un dado diminuto que escapó de su juego para convertirse en homenaje y memoria del finado Giuseppe Panza. Un juego de cartas de artistas alaveses. Desafortunadas las elecciones regionales, que dejan huecos de la visión completa del arte.
Bien es cierto, que es un modo de empezar, si se quieren hacer, mostrar, saber, las cosas. Pero llega un momento en que son más los que no están que los que están. Como en el universo Tierra que habitamos. Decididamente fumo un cigarro a la hora del despertar de Antón en el camino. Es temprano. Según mi GPS personal, ahora, saliendo de tierras de Zamora. Ánimo caminante, hay paisaje en todas partes. Y paisanaje.
Guardo el recorte de prensa en el librito que nos gusta a ambos: Días de diario de Antonio Muñoz Molina, un delicado libro editado por Seix Barral-Únicos-11.
Aparecen entre marcos y cristales sueltos, entre lienzos y bastidores por finalizar, papeles y más papeles, suplementos culturales por doquier, apenas revisados, obras de amigos, de artistas con los que me relaciono, que han llegado aquí de un modo u otro. Historias, anécdotas con testigo.
Esta tabla-paleta, por ejemplo, a la que le tenemos tanto aprecio como tiempo que lleva entre nosotros. De Iñaki Sáez. Un artista merecedor de encontrarse en todas las listas. Un artista con un buen sentido de la verdad. De su verdad. Que es la nuestra a este lado del universo Tierra que llamamos VIDA. El caso es que tenemos otra obra de él. En papel, una suerte de serpiente pintada con brea y acompañada de dos pequeños congéneres y su sol. ¿Eran los 80?. Saludos Iñaki y naturalmente salud.

8 may 2010

Eduardo López. Lo que sé de mí ... tan sólo - III

Esperaba, pretendía, ampliar esta entrada con una imagen. De haberla puesto debería haber sido una obra de Edu López, tal vez un retrato del autor de este texto magnífico. Este es el fin, en definitiva, del gran, mediano, pequeño Arte: conseguir estos momentos de escritura, de lectura. Sé que de este modo mi trabajo ha entrado en la Historia del arte. Reiteradas gracias a Edu López.
Os acerco el texto completo del catálogo de mi última exposición en Bilbao.

Y aquel pijama rosa en pie bajo la lluvia
Pere Gimferrer
Gracias por las flores
En 1920 Kutr Schwitters recorría las calles de Hannover en busca de los objetos que un principio de siglo bombardeado desde muchos frentes iba dejando a un lado como inevitables despojos. Grosz nos cuenta, en su más agria que dulce autobiografía, como un poderoso ambiente de insatisfacción y de zozobra había ido instalándose en una Alemania donde a cada momento se anunciaban cambios y se presentían revoluciones, perdiendose con eso el ritmo que se pretende natural de todas las cosas o, lo que no se sabe bien si es peor, sumándose o riñéndose equilibrios para dejar a la sociedad sumida en un alboroto tan inmenso y rabioso como inevitable. Schwitters recogía muchos de los desechos que la sociedad perdía para mostrarlos luego en otra cosa, con un afán (nos cuenta Grosz) de burla primero, disolviendo las fronteras entre el objeto artístico y el deshecho, entre el sagrado museo y el basurero. Con el tiempo, esta manera de contar entre las bombas, se transformó de grito dadaista en nuevo texto en el libro de la historia del Arte.
Cuando entro en el estudio de Carmelo Camacho y me paro ante el recibimiento que me brindan sus esculturas en proceso de construcción, justo un momento antes de girar sobre la biblioteca, sobre los cuadros que se apilan como tabiques de una arquitectura que se va levantando constantemente, que se clavan a la pared, inundándola, o que toman las puertas, no puedo dejar de recordar al Schwitters que conicí en Berlín, encerrado ya tras el cristal que el museo coloca como guardián de ideas importantes, pero capaz aún de mostrar toda su rabia, triste e incandescente fiera encerrada tras su jaula. Aunque en Carmelo, esta furia de las cosas que se pierden y encuentran nace menos de la insatisfacción que del afán por construir a partir del plantarse ante los objetos que se van descarriando, desgastando a nuestro alrededor más cercano. Humildad del sacacorchos condenado al cajón de las desapariciones, de la palangana que se hartó de contener aguas o aceites o disolventes, del bote sin tapa que espera su destino de vertedero, del trozo de cuerda que hace tiempo perdió toda esperanza de anudarse a nada, de la botella que extravió su nombre de botella, del interruptor que no interrumpe. Y es con todo ese escombro silencioso, como el tipo que cuidadosamente recoge piezas importantes entre los despojos que dejó un obús tras su caída en medio de la casa, con lo que se construye un ente nuevo, un nuevo texto compuesto por fragmentos salvados del desastre, que es recuerdo de las cosas que fueron y otra nueva, renueva, diferente y en donde toda esa cuerda de perdidos y condenados sin aparente remedio vuelve a funcionar para mostrar ahora, no solo el profundo misterio de los objets trouves surrealistas o la rara inteligencia de los Ready Made modificados, si no su extraña alegría de objetos alzados, recuperados del olvido inevitable al que los conducía el trajín de la vida, para ser ahora otra vez letra, párrafo de un texto nuevo y diferente y que no es otro que el que surge desde los márgenes de la memoria del artista.
Ahora bién, este interés por la botánica de los objetos perdidos no nacerá en Carmelo por una suerte de generación espontánea, por el contrario irá inevitablemente unida a un discurso más rico y complejo en donde se tenderán puentes entre la lectura ( y el amor inquebrantable al libro como objeto maravilloso) y el dibujo, entre el dibujo y la letra, la letra y el color, el color y la idea, la idea y su contrario, el arte y la vida, la propia comunicación y sus defectos y aciertos, la amistad fundida en bronce y el discurso perverso, la curiosidad universal y el monstruo que lo confunde todo o que impide que las cosas ocurran como siempre queremos que ocurran. De aquí la fiera de Carmelo Camacho, su furia expresionista e ilustrada que respeta y agrede a un mismo tiempo en cualquier formato y que comienza con la selva hasta llegar al hombre que se transforma en uno de sus propios objetos construidos, en otra de sus herramientas, para acabar inevitablemente en cosa que se fractura y pide, quizá, ser rescatada. Con lo que la cinta imaginaria que hilvana todo este universo concentrado en el estudio se cierra, suturando al hombre perdido junto a su universo, que vuela por los aires.
Parece, de esta manera, que en las obras de Carmelo ha entrado la tormenta, se la ha invitado a pasar, a quedarse como se queda un extraño inquilino, para ver aparecer de este encuentro borrascoso el seguro alboroto que aclarará las cosas tras su paso, pues, así como una vez consumido el temporal suponemos un paisaje más limpio o resuelto por deseado, vamos viendo como de este pupilaje casi increíble nos llegamos a guardar, de entre otras muchas, un par de cosas importantes: el mismo acto de gozar ante la visión que nos lanza el propio remolino donde, como en un fiero baile, danzan las cosas, casi todas las cosas por los aires (dónde se respetan tan sólo los límites que el artista se encarga de marcar), y la esperanza de un seguro esclarecimiento.
Por eso nos impresiona todo ese inventario de existencias que, bien protegidas, Carmelo parece guardar en frascos que destapa para ir dejar saliendo, de una en una, hacia sus obras. Después asoman, entre el aire fiero de la tormenta, luces de todos los días, personajes enfrentados, mobiliarios casi perdidos, flores imposibles, saludos, galería de retratos que, de pura cabeza se van también moviendo en otra cosa, que fueron y ahora son mesa, celosía, espino o martillo o cosa que uno crea, que son cabezas pregunta y respuesta y que ahí plantadas con todo lo que tienen de monstruoso asustan un poco como cabezas radiográficas y paisajes posibles junto a una enciclopedia de colores en lucha, guerreros de cualquier otra cosa que no sea una guerra y que, autónomos, adquieren el estigma de un raro individuo, hombres pues que se disuelven hacia el color, que se van perdiendo poco a poco o ganando al mismo tiempo, gracias a una extraña alquimia impresionante, junto a colores que toman el camino contrario hasta encontrarse todos en la plaza de esta ciudad, inmensa que es cada obra de Carmelo Camacho.
Mientras tanto, otros puentes se tienden como flores del jardín que cultiva Carmelo, pasillos que unen su obra con la de Kandinsky de principios de siglo, con los expresionismos alemanes que después dieron paso a Dada, con lo que ahora entendemos como Arte africano y también con el primer Pollock. Después asoma Rothko, Sam Francis, las esquinas y el humor de Guston o Kline hasta llegar al robusto corazón de Willian De Kooning, al abismo de Mason, a la limpia escatología de Bacon o, más tarde, a su reflejo en los informalistas españoles de mediados del siglo pasado. Pero todo eso importa sólo, si descubrimos su relación con la literatura elegida que va trepando desde su biblioteca y que le inclina también hacia el relato, para aparecer siempre en forma de título que completa las obras coronándolas (en este caso el título, la propia caligrafía del título, es parte de la obra que se ha quedado un poco más allá). Yendo un poco más lejos podría pensarse que buena parte de la naturaleza, en la obra de Carmelo, crece en la biblioteca, de entre los libros, y que todo ese leer selecto hace que se plante delante del trabajo del arte como se plantó el primer hombre, a escribir un texto sin haber inventado aún las palabras, ni las letras, ni nada parecido, temiendo muchas cosas, deseando otras muchas para acabar también, como Carmelo, inevitablente invitando a que pase la tormenta.
Después vendrán las flores, ahí está el gran juego, pero ese es un enigma que cada cuál tendrá que descifrar.
y ...

Lo que sé de mí ... tan sólo.

Toda obra de arte encierra, entre sus recovecos, una biografía secreta y, la más de las veces, confundida. Es muy posible que allí se cuente, a sabiendas o no, la vida de los otros, o la de las cosas, o la de alguna cosa, o la del mundo en parte, o la de todo el mundo o, gracias a una suerte de metafísica (prevista algunas veces otras no tanto), la vida de la propia vida como cosa abstracta, inmensa, precipitada de todo, inevitable. Quizá este contar las cosas construyendo otras nuevas (complicando y recomplicando el proceso de organización y presentación de lo contado así cambien los tiempos y, con ellos, los artistas) esconda entre los pliegues de su fundamento una suerte de querencia biográfica de la que nadie puede escapar y que se enreda casi siempre entre la niebla espesa que, por fuerza, acompaña al discurso tramposo dispuesto por la memoria. Por otra parte, del querer contarlo todo (siempre se cuenta todo aunque en ocasiones parezca no contarse nada), del pretender contar la vida de las cosas o de las relaciones que surgen entre ellas (quizá sea ésta también otra forma de vida en emergencia), del querer contar, en fin, las vidas de otras vidas, se llegue a desprender un fino hilo autobiográfico. Es inevitable. El artista, entre otras cosas, es muchas veces filtro que se cuenta mientras que va contando, construyéndose a sí mismo, y de esta manera, una suerte de biografía de camuflaje o una autobiografía escondida (o que se esconde) mientras se representa y también, finalmente, cuando se presenta. Admitir esta suerte de aparición, precisa de buenas dosis de sinceridad por parte del artista, y también de arrojo. No es tarea fácil, tras un esforzado ensayo de franqueza, llegar a reconocerse, como tampoco lo es presentarse así, aparentemente desarmado, admitiendo enseñar lo que se sabe que se sabe de uno, ya sea como fuere, si a través de uno mismo o a través de los otros o de lo otro o de lo que se guarda o de lo que se va dejando. Aunque llegados a este punto (atrás ha quedado definitivamente el siglo XX) uno podría dudar, no sin poco fundamento, de cualquier pretendida ingenuidad por parte del artista o del objeto de Arte. De esta manera surge un extraño juego de contrarios en donde lo que se admite como sabido de uno mismo no será otra cosa que lo que, en la medida de sus posibilidades, saben de ese uno mismo los otros y en donde cada uno avanzará como pueda en la construcción de un relato que se propuso realmente más abierto de lo que en apariencia se pretendía. Cuando Carmelo nos muestra, seleccionado y re-unido lo que de él sabe, no está con ello, en ningún caso, cerrando la puerta al discurso interpretativo, por el contrario, será a partir de aquí de donde surjan todos los otros que, siendo él mismo, no dejarán de sumarse a la construcción del edificio que se inició tras el ofrecimiento implícito en el título. Y es aquí donde se encuentra gran parte de la riqueza del juego propuesto por Carmelo y la solución y también la trampa. A nosotros, ahora intencionados cómplices, nos queda tan sólo disfrutarlo.

Eduardo López
Bilbao, Diciembre 2004 - Enero 2010